Vamos a comenzar el plan con una alternancia entre correr y caminar para que tus músculos y articulaciones se acostumbren a un esfuerzo poco intenso y progresivo.
A medida que pasen los días y vayas progresando, llegarás a correr 15 minutos sin pararte.
Pero esto es solo el principio, no habrá que quedarse ahí y será necesario seguir un nuevo plan para progresar y superar nuevos desafíos.
Antes de comenzar, haz que tu médico de cabecera te haga un reconocimiento médico para asegurarte de que no padeces ninguna contraindicación médica que te impida efectuar los esfuerzos físicos que requiere correr.
Las sesiones terminan siempre caminando. Esto aumenta el tiempo de esfuerzo sin aumentar la tensión en las articulaciones. Caminar también permite calentar de forma gradual y volver a la calma.
Durante tus sesiones, durante el tiempo de carrera, siempre debes poder hablar. Lo que cuenta es el tiempo de esfuerzo y no la velocidad.
Además de aumentar el tiempo de carrera, disminuimos el de descanso de forma proporcional. ¡No corras demasiado rápido y lo lograrás!
Igual que las otras veces, mantén un ritmo en el que no te ahogues (debes poder hablar mientras corres) y lo lograrás.
Si tienes problemas para finalizar una sesión, no dudes en repetir la sesión anterior. Puedes reprogramar tu entrenamiento.
Aprovecha todas las oportunidades de la vida diaria para hacer actividad física: subir las escaleras (evitar el ascensor), ir andando a comprar, usar la bicicleta para los desplazamientos, dar paseos, etc.
Penúltima semana. Si has respetado la progresividad del entrenamiento, ¡lo lograrás!
Ya sabes correr 20 minutos por partes. Esta vez tendrás que correr 15 minutos sin pararte. No empieces demasiado rápido, mantente a un ritmo en el que no te ahogues y lo conseguirás.